Desde que en los años sesenta se empieza a fabricar el tablero de hormigón armado de manera artesanal, para sustituir los soportes tan poco fiables de embovedado de rasillas con yeso, e incluso de cañizos o ramas de árboles, hasta nuestros días, la cubrición en la construcción ha ido evolucionando en función de los materiales, componentes y los modernos sistemas de fabricación. Esto hace que podamos conseguir más largo con la misma resistencia y lo que es más importante, con menos peso.
Entre las grandes virtudes del hormigón estructural están la resistencia a la compresión, su facilidad de diseño y moldeo, la susceptibilidad de variación de cantos y la utilización de nervios según convenga y la posibilidad de colocar una armadura de acero acorde con la resistencia requerida. Gracias a ello conseguimos de esta forma un tablero de hormigón tablicem, que además de ser autoportante, nos permite alargar las distancias de apoyo, pudiendo llegar hasta luces de 1´25 m., lo que le confiere una de sus grandes virtudes, como es el aligeramiento de peso, frente a otros sistemas más tradicionales.
Otra de las ventajas que se le atribuye al tablero de hormigón tablicem, es en la colocación de tejas hormigón tipo itece, ya que además de aligerar el peso por el mortero innecesario, también le da una seguridad adicional contra el desplazamiento de las tejas y en el trabajo de los montadores, porque permite montar tablero y teja a la vez, evitando así tener que encaramarse a las pendientes, sobre todo cuando son muy elevadas.
Es otra virtud importante de este sistema la facilidad de asumir las dilataciones, las cuales se absorben de manera equitativa entre todas las piezas, evitando así las posibles roturas de las tejas. Además el sistema permite una ventilación más uniforme en toda la superficie de la cubierta, debido a las minicorrientes de aire que circulan entre las juntas de las tejas y tableros, evitando así las posibles condensaciones, que en algunos casos son más perjudiciales que incluso las goteras.